Julio Iglesias actuó anoche en Barcelona en el nuevo Festival Jardins de Pedralbes
l aire cargado de perfumes, el espectro
sonoro recogiendo frufrúes de tiros largos, una alfombra asalmonada deslizándose
bajo zapatos de tacón y mocasín italianizante, rostros con arrugas omitidas,
relojes que solicitan un cabestrillo para cargarlos, sí, un festival de
verano.Franqueada la puerta el espectáculo habitual en casos así: publicidad de
vehículos cuyo precio parece sólo averiguarse previo pago de 60 euros, carpas
para ingerir refrigerios, publicidad inmobiliaria de fincas con salones que se
antojan helipuertos y un sinfín de azafatas dotadas de lo único que parecía
faltar a buena parte de la asistencia: juventud.Único también por cantar igual
a Patsy Cline (Crazy), Manuel Alejandro (Manuela), Lucio Dalla (Caruso), Hubert
Giraud (Mamy Blue), Jacques Brel (Ne me quitte pas) o Emiliano Zulueta (La gota
fría). ¿Y cómo canta Julio Iglesias?, pues con esa voz tenue que recuerda la
liviandad del vuelo de la libélula, voz que acompañada por los arreglos
uniformadores que se aplican al repertorio evoca no tanto un concierto en
directo como escuchar una buena radio a distancia y a un volumen tirando a
bajo. Una pluma en suspensión que disimula limitaciones, definitivamente
disimuladas por caricias vocales y por alocuciones de un Julio que jugó al
límite haciendo geopolítica párvula al indicar lo bien que les va a chinos e
hindúes caminando juntos.A la salida, dos parejas adultas lo hicieron “¿quién
le manda meterse en ese jardín?, decían enfadadas.Pero ya en la puerta vuelta a
la normalidad: regalaban semillas de palmera, una planta leñosa arborescente
que no puede faltar en todo jardín que se precie.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario